Pensamientos inexistentes (III)

lunes, julio 16, 2007 || Escrito por Omnipunctum

Aunque Berta detestaba todo ídolo y manuscrito religioso, solía ir a un pequeño (y para ella, hiperbólicamente mefítico) monasterio. Adoraba sentarse, escuchar las palabras de un párroco hipócrita, y anotar todas las citas medianamente filosóficas que hacía. Así, conociendo a su adversario ideológico, podía defenderse ante banales y absurdos argumentos.

Fue, uno de esos domingos de invierno, en los que las revistas pornográficas parecían estar ausentes de los planes de las leyes de la naturaleza, cuando se dio cuenta de que había otro chico, cercano a ella, quien también escribía mientras el portador del alzacuellos despotricaba y expulsaba sus gotas de líquido tóxico. Como ella, miraba fijamente al párroco, aun no sabiendo si ésta era una mirada de idiota devoción o sublime repugnancia.

El caso es que entonces recordó que no era la primera vez que le vio allí, y, no obstante, fue en una helada mañana de invierno cuando se dio cuenta. Solía traer esa libreta aparentemente roja y ese bolígrafo de tamaño casi microscópico, que aparentaba impedirle escribir con soltura, algo que, a él, parecía molestarle de forma ingrata.

"Un espontáneo", pensó ella.

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