Una mirada

viernes, julio 21, 2006 || Escrito por Omnipunctum

Estaba en el vestuario de la piscina del Mercado de Abastos (Valencia), ya (casi) cambiado de ropa, apunto de volver hacia casa. Al lado mío pasó un chico joven, de entre dos y siete años mayor que yo, quien, a la hora de andar, arrastraba (ligeramente) su pierna izquierda. Miré hacia abajo (aunque no para intentar encontrar la causa de dicho movimiento, sino porque iba a buscar mi peine), y, girando un poco la mirada, vi que no había nada extraño. Concluí (sin mucho fundamento) que posiblemente se debería a una lesión, y no le presté mayor importancia. Después, fui delante de uno de los espejos a peinarme, y me dirigí después hacia la puerta del vestuario.

El chico anterior estaba sentado en el banco más cercano a la puerta. No le recuerdo muy bien: sólo recuerdo que tenía pelo oscuro y corto, y que no tenía un cuerpo especialmente esbelto. No recuerdo, pues, el color de sus ojos, y no recuerdo claramente cómo era él, llegando al punto de confundir su imagen con la de conocidos míos. La memoria humana no se caracteriza especialmente por su especificidad, y, aún menos, cuando tu memoria se basa en una serie de percepciones recibidas en un breve fragmento de tiempo.

El caso es que al salir nos miramos a los ojos durante algo más de un segundo. No suelo soportar mucho las miradas a los ojos (con tan sólo una persona soy capaz de dirigir la mirada durante un tiempo considerable), y, posiblemente debido a ello (o, más bien, esa es la excusa que doy ahora mismo), le observé con mirada ligeramente inquisitiva. No obstante, la suya fue todo menos inquisitiva: No conozco casi nada sobre lenguaje no verbal, pero era como si expresase, probablemente sin quererlo, cierto grado de timidez, cierta bondad, cierta debilidad, cierto destello de posible ingenuidad. Abrí la puerta, y me arrepentí enormemente de la mirada que le acababa de lanzar.

Ahora que releo mis palabras veo que soy absolutamente incapaz de describir la curiosidad que me causó la escena. Era como si en un segundo un tío que era absolutamente desconocido para mí me hubiese dicho más de lo que podría haberme dicho hablando durante una hora. De hecho, creo que ninguna persona me ha causado tan buena impresión en tan poco tiempo. Y, justo ahora que lo escribo, me doy cuenta que, muy positivo, es muy probable que no sea.

Acabé yendo hacia la salida de las instalaciones. Por la cabeza se me pasó la quizás excéntrica idea de quedarme, de esperarle fuera. Tenía la sensación (aunque sería muy verosímil que dicha sensación fuese total y absolutamente magufa) de que debía quedarme allí, a esperarle. No me preguntéis por qué exactamente. Pero el caso es que, como tampoco tenía mucho que hacer, me quedé.

Evidentemente, como era de esperar, no pasó nada en absoluto. No sé cuánto tiempo estuve esperando. Cinco minutos. Diez. Tal vez quince. La verdad es que no me importa. Me preguntaba si le reconocería, pues lo único que recordaba con exactitud era el movimiento de su pierna, y podría ser algo momentáneo. También me preguntaba qué haría si el tipo me reconociese al salir, y qué extravagante excusa se me ocurriría en caso de que, debido a una comprensible curiosidad, se me dirigiese hacia mí. Concluí que lo mejor sería decir que me gusta la fotografía y que, como no tenía muchas prisas, me había detenido a ver la zona para ver si algún día me llevaba la cámara y hacía alguna foto. Llegué incluso a ponerme debajo de una de las palmeras, mirando hacia arriba, para intentar imaginarme cómo sería la foto. Lo sé, a veces me comporto como un idiota.

Finalmente le vi salir del vestuario (parte de las instalaciones se pueden ver desde el exterior: las "paredes" son de vidrio), con una camiseta verde, bastante intensa. Estuvo unos instantes hablando con otras dos personas, y, acto seguido, se fue del edificio, arrastrando, de nuevo, su pierna izquierda al caminar.

La verdad es que me pregunto si, en caso de volver a verle, le reconoceré. La memoria, como ya he dicho antes, dista mucho de ser infalible, y, ahora mismo, me pregunto cuántos de los detalles que he escrito son exactamente verdaderos.

Etiquetas: ,

De nuevo el periodismo...

domingo, julio 09, 2006 || Escrito por Omnipunctum

Primeras líneas del editorial de hoy de Libertad Digital:

Por primera vez, un presidente del Gobierno no ha asistido a los actos litúrgicos oficiados por un Papa en España.


Después, comparemos dicha afirmación con este artículo publicado hoy en el Levante:

El ex presidente González tampoco asistió nunca a una ceremonia presidida por el Papa


¿¡Hmmmmmm!?

Etiquetas: